La voz de Ian Curtis, el melancólico legendario de Joy Division, es la madre directa de la de Yan Wagner. Suena, al final, con una profundidad y un abismo similar. Sin embargo la música que las acompaña es esencialmente distinta. Wagner subvierte sus orígenes y crea una onda nueva, menos oscura, más calurosa.
Yan Wagner es la apuesta más reciente del reconocido sello Kitsuné, que suele echar las cartas por propuestas frescas e innovadoras. Wagner no es la excepción: Su música es un híbrido entre los acordes altos, los ritmos rápidos y la ya conocida, pero siempre ingeniosa voz grave, baja, que sale como debajo de las letras que entona.
No es fácil encontrar el equilibrio entre una garganta lúgubre y varias notas que más bien invitan al baile, pero Wagner, sin duda, logra balancearse con cierta destreza en ambos terrenos. A pesar de que sus influencias saltan a la vista, provistas por bandas como New Order, Depeche Mode, Radiohead, este joven músico ha conseguido, seguramente con cierto esfuerzo, un estilo propio.
Sus canciones hacen parte de una naciente tendencia en la Francia electrónica, que repite los pasos de la psicodelia, pero con elementos mucho más medidos, dinámicos y fuertes. Es una propuesta musical interesante pues, se concentra en mezclar cosas que no suelen combinarse usualmente. Tal experimento puede resultar, como en este caso, muy enriquecedor. -Juan Botia
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