Bien podría Tashaki Miyaki ser de primera mano si se busca ilustrar lo ‘alternativo’; pero sería insuficiente, no por el género, sino por ella, por su trabajo: Aquella música que subvierte y escapa a las categorías, a veces crueles, equivocadas. Miyaki, con cierta modestia, cierto éxito, avanza en el complejo terreno del estilo.
Un desafío es crear novedad sin repetir esquemas, sin repetirse a sí mismo. Buscar elementos nuevos en un universo dominado por lo rutinario y traducirlos en notas, en acordes, es la tarea del músico. Quizá Miyaki se aproxime a esa labor, valiéndose de voces remotas y ritmos lentos, suaves simultáneamente.
Varias distorsiones, casi ruidosas a veces, percusiones escasas pero bien escogidas, tal vez un juego de ecos y pianos, son los escudos de Miyaki, que logra melodías que se balancean entre lo añejo y lo reciente, sin la apuesta de apoyarse en ninguno de los dos.
Un trabajo interesante, en síntesis. Letras que no se asoman a la superficie. Una propuesta musical, cinematográfica (Hay que ver sus videoclips) que persigue una profundidad artística sin mayores pretensiones que la intención de expresar lo que se siente en lo vivido, lo que se vive en lo sentido. -Juan Botía
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