Monday 7 January 2013

2:54

Una de las grandes tareas del arte es conmover; conmover más allá del gusto, de los mismos sentidos. Cuando algún cuadro, alguna partitura, genera en el cuerpo de quien la presencia un sabor, una textura, un dolor incluso; es en ese momento donde esa obra justifica su importancia, donde obtiene su valor. 

Colette y Hannah Thurlow, las dos hermanas detrás de 2:54, tienen en sus aspiraciones una conciencia de esa habilidad. Como lo escribió John Lucas en Straight.com, “2:54 le debe su sonido a los cielos grises, a lugares salvajes”. Esta banda londinense genera un olor a tierra húmeda, a pantano, a cuarto cerrado desde hace muchos años. 

Las canciones oscilan entre el grunge y el shoegaze, dos guitarras distorsionadas, una voz dulce, muy sugestiva a veces, y una batería que marca el paso desde el principio al final. No se trata de composiciones complejas en el sentido de la dificultad, sino en el de la sencillez, que puede ser incluso más complejo que el primero. 

Para quien escribe esta reseña, el trabajo de 2:54 obtiene su valor en el momento que avanza la estela de sabores, texturas, de dolores incluso, que llega después de que termina cada una de sus canciones, cuando queda en el aire un vaho ansioso, un leve deseo de escuchar más. -Juan Botía